jueves, 16 de agosto de 2012

Miedo

Todo empieza el día en que el miedo pasa a formar parte de tu interior como un sentimiento natural más, como si hubiera nacido contigo, como el querer dar un beso o hacer una caricia.

Cuando te lo inyecta la persona que ha de quererte no te planteas la justicia del acto. Así que lo echas a la espalda y empiezas a vivir con él. 


Antes de que puedas darte cuenta, empiezas a tomar decisiones en base a ese miedo. Él te protege de una ira, violencia y odio inexplicables, pero que ahí están. Te haces cuidadoso, ordenado, intentas no hacer ruido, pasar por la vida como si sólo fueras a estar hospedado dos días. Intentas no molestar, no abres el frigorífico para que no te riñan, comes la comida te guste o no... Mientras, tu personalidad va desapareciendo.


Hasta que te enamoras y no puedes hacerlo de una manera normal. Lo haces también asustado, porque necesitas que ella te quiera, te acepte, te toque, te anime; que llene el vacío que dejaba sin sentido tu vida.


Para ella no deja de ser cómodo y, a ratos, hasta bonito. Se acostumbra a que cumplas siempre que puedes con sus necesidades, la necesites, la quieras, la disculpes, la animes, la toques: te llena.


Y así pasan los años, hasta que el miedoso, medio vencido por la vida, se convierte en más una rémora que un divertimento... Llega la hora de visitar nuevos puertos.

lunes, 2 de julio de 2012

Primavera, otra vez, en verano...

Era como esta tarde, primavera, y todo parecía querer volver a empezar. Se agradecía la ropa de verano y en aquel piso del centro se disfrutaba una corriente de aire que hacía la estancia bastante agradable. En compensación, resultaba obligado oír por el patio de luces los gritos de los vecinos, los golpes de las ventanas, ladridos, pájaros, niños jugando...

Dejándote llevar por lo exótico de la propuesta, me acompañaste un par de veces a aquellas reuniones, pero abandonaste pronto.

Por entonces aún no te conocía del todo y pensaba que acabarías por formar parte de la vida que siempre me sobrevoló y a la que aún sigo esperando. Pero no, tu cabeza nunca necesitó volar más allá de tu cuerpo ni de tu tiempo.

¿Te he hablado alguna vez del árbol?

Nunca he alcanzado a saber de qué especie es. Frondoso, no especialmente grande y con un precioso verde en sus hojas que resulta el perfecto filtro a una luz tan maravillosa como jamás podrías imaginar.

Nace en lo alto de una pequeña pendiente y a su alrededor la hierba corta invita a sentarse y mirar en paz.

Cuando las cosas van mal, aunque parezca que estoy tirado en el sofa, me suelo refugiar bajo sus ramas para pensar, recordar, imaginar, desear y soñar.

viernes, 14 de octubre de 2011

Me, Cass Elliot y en compañía de otros

Si las canciones vivieran en mi cabeza,  probablemente, podría llegar a alcanzar alguna de las cosas con las que soñé.