lunes, 2 de julio de 2012

Primavera, otra vez, en verano...

Era como esta tarde, primavera, y todo parecía querer volver a empezar. Se agradecía la ropa de verano y en aquel piso del centro se disfrutaba una corriente de aire que hacía la estancia bastante agradable. En compensación, resultaba obligado oír por el patio de luces los gritos de los vecinos, los golpes de las ventanas, ladridos, pájaros, niños jugando...

Dejándote llevar por lo exótico de la propuesta, me acompañaste un par de veces a aquellas reuniones, pero abandonaste pronto.

Por entonces aún no te conocía del todo y pensaba que acabarías por formar parte de la vida que siempre me sobrevoló y a la que aún sigo esperando. Pero no, tu cabeza nunca necesitó volar más allá de tu cuerpo ni de tu tiempo.

¿Te he hablado alguna vez del árbol?

Nunca he alcanzado a saber de qué especie es. Frondoso, no especialmente grande y con un precioso verde en sus hojas que resulta el perfecto filtro a una luz tan maravillosa como jamás podrías imaginar.

Nace en lo alto de una pequeña pendiente y a su alrededor la hierba corta invita a sentarse y mirar en paz.

Cuando las cosas van mal, aunque parezca que estoy tirado en el sofa, me suelo refugiar bajo sus ramas para pensar, recordar, imaginar, desear y soñar.