lunes, 17 de diciembre de 2007

Pascual

Pensaba llamar uno de estos días a Pascual para ver a qué actividad extraescolar lleva a Belén. No lo había hecho todavía porque como habitualmente nos encontramos al llevar a las niñas al cole, pues pensé que la próxima vez...

Lo conocí en la universidad. Había sido profesor de autoescuela hasta que decidió estudiar para maestro, y dicho y hecho: dejó su trabajo, entró en la facultad de educación, terminó los estudios en el tiempo reglamentario, preparó la oposición, aprobó, y estuvo unos años trabajando como profesor de pedagogía terapeútica. Últimamente creo que estaba con los niños de primaria y se encargaba de la informática en su escuela.

Durante esos años, como maestro de educación especial, fué cuando nos reencontramos y echamos unas risas recordando nuestra exigüa pero siempre amistosa relación universitaria (me dejaba los apuntes y algún examen aprobé gracias a ellos... y a él).

Sí. Un tipo alto, grande y amistoso. El año pasado, en la fiesta de Navidad, al ir al colegio a disfrazar a Alejandra, nos encontramos otra vez: su hija y la mía resulta que son compañeras en educación infantil.

Tuvieron otro niño más o menos cuando nació Hugo, y de alguna forma casual -o causal- parecía que lleváramos vidas paralelas.

En una fiesta de cumpleaños, de una compañera de nuestras hijas, se acercó para decirme que la directora de su centro le había comentado que yo era un "borde" -o algo así. Me confesó haberle respondido que, servidor, tenía un especial sentido del humor, que habíamos sido compañeros y que no habría problemas, ya que la posible relación del centro conmigo, la llevaría él personalmente...

Y así hubiera sido, pero Pascual murió en el pasado puente de la Constitución. Con menos de cuarenta años el corazón se le paró. Ya no volveremos a cruzarnos a las ocho de la mañana en el patio, o en las celebraciones del colegio.

Me alegra haberte conocido. Espero sinceramente que estés en un sitio mejor.

No sé si será bueno o malo, pero no te olvidaré.

martes, 4 de diciembre de 2007

Mañana fue ayer


En el 87, la primera vez que subí en el seat 127 de la hermana de Tony, cuando al parar en el semáforo salió a relucir un peine, creí que estaba dentro de una película de los años 50's. Yo soy de pueblo, y aunque de la revista Ruta 66 bebía mensualmente todo lo relacionado con las tribus urbanas, siempre tomo aquello como mi primer contacto real con un "rocker".

Tony era batería (hoy día lo sigue siendo, además de cantar y tocar la guitarra) y, junto con "El Conde" (bajista), estaba buscando guitarrista para sustituir al que acababa de dejar el grupo.

Cuando escuché en la grabación a aquel tipo tocando la guitarra, me di cuenta rápidamente de que no estaba preparado todavía para ser su sustituto. No obstante, me dieron cancha y yo los llevé al local que tenía cedido por el Ayuntamiento. Poco después empecé la mili y a la vuelta de uno de mis permisos encontré con que el local de ensayo había sido desalojado, y yo -consiguientemente- abandonado por mi primer germen de grupo: "Los Teenagers". No somos nadie.

Posteriormente, los años y las circunstancias me llevaron de nuevo a reunirme con Tony en lo que sería el inicio de la banda en la que estuvimos algo así como cinco años. Un centenar de conciertos, muchas ilusiones, poca habilidad técnica (por mi parte), algunas decepciones... y todo acaba como todo empieza.

Catorce años después tengo ganas de que llegue el próximo miércoles por la noche. Por una horas recuperaré el ambiente en que estuve inmerso entre los dieciséis y los veintiséis años. Desde fuera puede parecer trasnochado, anacrónico, estrafalario, infantil... y es tan difícil de rebatir dicha opinión, entre los que no sientan esa profunda nostalgia por una época que no es la suya, que no me molestaré en hacerlo.

Estará bien. Bastante bien