martes, 19 de mayo de 2009

Lunes por la mañana

Empezó distinta la mañana. Primero, conseguí salir temprano de casa. Después, encontré aparcamiento cerca del trabajo. Más tarde, salí a hacer un ingreso a la caja de ahorros -bonito eufemismo- y de camino tiré unas monedas a la papelera, lo que no deja de tener su aquel.

Como quería desayunar una empanadilla y sólo llevaba un billete de cincuenta leuris, pensé en comprar algo para obtener cambio. ¿Qué?

No sé cuánto tiempo hacía que no entraba en una librería. Y más, con cierta tranquilidad. Disfrutando el momento me dirijo hacía las ediciones de bolsillo...

Lunes, sobre las 11, pocos clientes, local amplio, buena temperatura, delicioso aroma a papel impreso.

Vuelve a mí la serenidad del que nada busca ni espera, del que sólo sueña dejando pasar los días, sin gritos ni malhumor, sin dolor y fuera del tiempo. Desgraciadamente, también hay quien escribe -aunque no lo sepan o aunque lo sepan- para el odio, pero la mirada resbala ante esas portadas como si estuvieran pulcramente enceradas.

Junto a Borges está Baroja y un poquito más abajo, Hesse... Noto como los ojos se humedecen por dentro y siento deseos de comprar varios ejemplares de "El juego de los abalorios" para regalarlos. A los buenos los hará aún mejores, y a los que detesto, les dará una oportunidad.

Unos "Demian" para los adolescentes, un "Sidharta" para Joaquín... Pero me puede el pesimismo y finalmente sólo me llevo "El dinamitero", de Robert Louis Stevenson: ocho monedas.

lunes, 4 de mayo de 2009

Madrugada para olvidar

De madrugada, al volver de preparar el biberón, un cocodrilo de Lacoste me esperaba agazapado entre las sábanas. Era verde y, aún con una sola dimensión, el goteante muñón en que quedó convertida mi pierna confirmó rápidamente su peligrosidad (M. no se había despertado. Dormía a su lado, tan pancha. Claro, pensé, es un poco pija y el bicho nunca iría contra ella).

Tras la dentellada eché mano a lo primero que pillé. ¿El mp4? No... ¡Fuera, otra cosa...! ¡¡¡Stendhal en tapa dura!!!

¡Zas, zas, zas...! en todo el ojo... y el bicho que se evapora como la oruga de Alicia.

Al mirar hacia abajo, lo que queda de pierna ya está meticulosamente enfundado y coronado por un imperdible -big size- rojo Ferrari.

¿Y ahora qué hago? ¿Qué cuento mañana en la oficina?

"Vaya, vaya, que mala pata, ¿eh?" "Así que un cocodrilo a traición". "Bueno, algo le habrás hecho, que un Lacoste es un Lacoste y no creo que él fuera a buscarte sin mediar provocación".

Valientes hijos de puta el cocodrilo y los del trabajo. De un día para otro, cojo. ¿Y a ver qué hago? No puedo conducir y no tengo ni un mísero bastón... ¡Caguen la pena negra! Mi vida destrozada en un segundo. Miro la ventana y medito seriamente despeñarme desde el quinto piso, pero la persiana está bajada casi completamente y con el ruido de subirla voy a despertar a los niños. Mejor intento dormir un poco.