miércoles, 13 de septiembre de 2006

Vecinos (bis)

En el piso de arriba vivía una pareja, ya mayor, que pronto perdió tal título al abandonar Mariano -tras larga enfermedad- a la contraparte. Nunca me quedó claro si acabó con él la silicosis, o sus continuos homenajes a los caldos propios de la tierra; pero, sea como fuere, el caso es que le sobrevivieron “La Lola”, su exigua pensión y un simpático hijo paracaidista llamado Pepe.

Una vez las cuitas fueron digeridas, “La Lola” contrajo segundas nupcias con Teodoro, un panadero de piernas arqueadas -medio ciego y con un humor de mil demonios- que sustituyó con igual prontitud a las cuitas de Dolores, que al resto de huecos que dejó Mariano.

Llevaba, esta, unas gafas con cristales oscuros, gruesos y circundados por una armadura plástica color miel. Ligeras y nebulosas dudas me impiden recordar si era portadora de una dentadura prominente o quizá simple usuaria de una sonrisa que no le cabía en la boca... No sé... pero lo que sí recuerdo es que era raro el día en que al volver del videoclub no pasase por casa a decirme:

-Pepe, ¿qué pone aquí?, que esta vista mía cada día va a peor.

(Al tiempo que esto decía, me mostraba una película elegida en base a los colorines que llevara la caratula, porque “La Lola” veía poco, pero lo que veía le servía a medias; ya que no sabía leer. Sus películas preferidas eran las que llevaban mucho color verde -por gustarle la naturaleza, decía.)

Yo, iniciándome en la precoz crítica cinematográfica, intentaba leerle el título y, al tiempo, darle unas ligeras pinceladas sinópticas sobre el contenido de la obra en cuestión. Ella asentía y, renqueante, tomaba las escaleras que separaban nuestros distintos descansillos... expectante ante una nueva incursión en lo que alguien llamó alguna vez "el material con que están hechos los sueños".

Nuestra cinéfila relación comenzó su fin el día que alquiló una cinta pornográfica de portada no demasiado explícita, y al no estar yo en casa para ejercer de lazarillo, se encontró justamente con una película de su color favorito. A partir de entonces nos fuimos distanciando, ya que sus continuos requerimientos para que la acompañara al videoclub y no volver a caer en equívocos de semejante pelaje, fueron excesivos para mi recién estrenada adolescencia.

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