lunes, 28 de mayo de 2007

El misterio de las catedrales

Una temperatura perfecta, ambiente propicio para la reflexión, aroma de otros tiempos, fechas centenarias, próceres enterrados por aquí y por allá, pilas bautismales...

Sólo rompió el tal hechizo que, para la capilla iluminada ver, necesario fuere la introducción de un óbolo, y que para encender el cirio ya no bastare con prender una modesta cerilla, sino que con monedas de curso legal (como siempre fué, por otra parte), ahora enciéndese una lamparita temporizada simulando un fuego que no lo es.

Pax Vobiscum, hermanos.

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