Me sorprendí corriendo sin necesidad, volcado en llegar no sé dónde. Acelerado sin motivo, preocupado sin razón. Me obligué a bajar el ritmo, dar peso a mis pisadas, pensar en un destino... y, al no encontrarlo, quedé parado tan súbitamente que, perdido el equilibrio, el traspiés no pudo sino llevarme al húmedo suelo. Primero una sonrisa forzada y luego una carcajada franca de idiota fueron mi respuesta.
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