Cuando era más jóven no era nada raro que acariciaran mis oídos comentarios del tipo: “eres inteligente... pero muy vago”. Yo negaba con la cabeza mientras sonreía pensando en lo sorprendente de la primera parte de la afirmación y en lo preciso de la segunda. Seguidamente, quedaba rumiando sobre las causalidades del destino que pudieran haberse aliado para relacionar mi abusivo uso del sarcasmo con la mencionada inteligencia. Resultado: ninguna conclusión reseñable.
Ha pasado mucho tiempo desde aquello y ahora ya hay cosas que empiezo a tener perfectamente claras. Una de ellas es que hay muchos tipos de inteligencia, y no, como antes creía, una sola y trina. Me explicaré: he llegado a la conclusión de que soy un tipo de inteligencia perspectiva. Es decir, me equivoco bastante, pero, con el correr de los años, soy capaz de ver mis errores, comprenderlos, asumirlos y, posteriormente, reproducirlos a plena conciencia.
Ha pasado mucho tiempo desde aquello y ahora ya hay cosas que empiezo a tener perfectamente claras. Una de ellas es que hay muchos tipos de inteligencia, y no, como antes creía, una sola y trina. Me explicaré: he llegado a la conclusión de que soy un tipo de inteligencia perspectiva. Es decir, me equivoco bastante, pero, con el correr de los años, soy capaz de ver mis errores, comprenderlos, asumirlos y, posteriormente, reproducirlos a plena conciencia.
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