En esta época del año siempre recuerdo a Matuschek y Compañía. De hecho, hasta hace poco acostumbraba a reservar una solitaria tarde navideña para poder acercarme hasta Budapest a comprar los regalos propios de las fechas (hay quien elige "El Corte Inglés", pero yo siempre gusté de gastar en blanco y negro).
Con el tiempo, esa tarde acabó convertida en un momento especial, en un dulce punto de inflexión, en un antes y un después; porque ocurriera lo que ocurriera durante los días anteriores -o durante la misma mañana- sabía que después de comer leería un poco, meditaría -sesteando al arrimo de la manta- y esperaría paciente a que el sol empezase a caer. Llegado el momento, me incorporaría, abriría el armario, daría un rápido vistazo por los estantes... un saludo a los amigos, un beso a los olvidados, una sonrisa a los eternos, una mueca a los duros... Y entre todos ellos, allí estaría Jimmy Stewart.
¿Qué tal, cómo estás?...
Nostálgico -triste y feliz-, acabaría por obligarme a cerrar la puerta de lo que siempre consideré mi mundo real, para dirigirme a poner en marcha el vídeo. De camino, pararía junto a la ventana y a la luz del atardecer volvería -nuevamente- a repasar la carátula para ir recordando el año de filmación, los nombres de los personajes y actores, el director... De ahí, a un obligado recuerdo a Minnelli en "Dos semanas en otra ciudad", sólo habría un paso y... ¡Basta! ¡Rápido! ¡Antes que se esconda el sol!
Cada copo de nieve, un brochazo a la violencia. Cada carta, una esperanza en lo imposible. Cada decorado, una lágrima. Cada tabaquera... Ochichornia.
Con el tiempo, esa tarde acabó convertida en un momento especial, en un dulce punto de inflexión, en un antes y un después; porque ocurriera lo que ocurriera durante los días anteriores -o durante la misma mañana- sabía que después de comer leería un poco, meditaría -sesteando al arrimo de la manta- y esperaría paciente a que el sol empezase a caer. Llegado el momento, me incorporaría, abriría el armario, daría un rápido vistazo por los estantes... un saludo a los amigos, un beso a los olvidados, una sonrisa a los eternos, una mueca a los duros... Y entre todos ellos, allí estaría Jimmy Stewart.
¿Qué tal, cómo estás?...
Nostálgico -triste y feliz-, acabaría por obligarme a cerrar la puerta de lo que siempre consideré mi mundo real, para dirigirme a poner en marcha el vídeo. De camino, pararía junto a la ventana y a la luz del atardecer volvería -nuevamente- a repasar la carátula para ir recordando el año de filmación, los nombres de los personajes y actores, el director... De ahí, a un obligado recuerdo a Minnelli en "Dos semanas en otra ciudad", sólo habría un paso y... ¡Basta! ¡Rápido! ¡Antes que se esconda el sol!
Cada copo de nieve, un brochazo a la violencia. Cada carta, una esperanza en lo imposible. Cada decorado, una lágrima. Cada tabaquera... Ochichornia.
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