Me costó tanto crear mis mundos...
Amanecer agarrado a Faulkner y morirme de sueño esperando para ver a Mary Lou. Pasear por el pueblo las noches de agosto. Fumar en los bancos. Tocar la guitarra frente al mar a las tres de la mañana. Leer a Hesse en los recreos del instituto y, al llegar la primavera, correr por las terreras con Domingo y Rocky.
Asomándonos a viejas cuevas sin atreverme a entrar. Comiendo anchoas y bebiendo "Casera" en los castilletes mineros, en las balsas abandonadas. Charlando con Doña María Cegarra. Subido a la azotea del "Hotel Galúa" mirando como se fundían el mar oscuro y el cielo gris, mientas comía un bocadillo. Escuchando a Bob Marley en el R8 de Ángel.
El sexo -por fin- en pareja y en cualquier sitio. Ir en coche y escuchar a mi grupo por la radio. Cada estudio de grabación un pequeño sueño.
Adaptarse a las circunstancias y sobrevivir con un sólo ápice más de alegría que mi padre.
Una cabaña y un alquimista. Marco Aurelio y los gnósticos. El desierto de California, Carlos, Don Juan, una lagartija con los ojos cosidos.
Minicuentos de Toray leidos mil veces, "Los Cinco", el ínclito Dragó, "Los Siete Secretos", tormentas de verano, Julio Verne, "El Corsario de Hierro", Salgari, Billy Wilder, Edgar Rice Burroughs...
Más de treinta años de laboriosa e inadvertida creación del yo que terminaron en el 2000. Desde allí hasta ahora: todo cuesta abajo.
Decían que sucumbiría el mundo, se colapsarían los ordenadores y llegaría el final.
Amigos, no eran simples agoreros. Sabían de lo que hablaban. Mi vida no ha sido igual desde entonces y temo que no vuelva a serlo.
No sé si tendrá relación con que acabara mis estudios universitarios y entrara en la vida real justo el año anterior (1999) al profetizado apocalipsis.
Amanecer agarrado a Faulkner y morirme de sueño esperando para ver a Mary Lou. Pasear por el pueblo las noches de agosto. Fumar en los bancos. Tocar la guitarra frente al mar a las tres de la mañana. Leer a Hesse en los recreos del instituto y, al llegar la primavera, correr por las terreras con Domingo y Rocky.
Asomándonos a viejas cuevas sin atreverme a entrar. Comiendo anchoas y bebiendo "Casera" en los castilletes mineros, en las balsas abandonadas. Charlando con Doña María Cegarra. Subido a la azotea del "Hotel Galúa" mirando como se fundían el mar oscuro y el cielo gris, mientas comía un bocadillo. Escuchando a Bob Marley en el R8 de Ángel.
El sexo -por fin- en pareja y en cualquier sitio. Ir en coche y escuchar a mi grupo por la radio. Cada estudio de grabación un pequeño sueño.
Adaptarse a las circunstancias y sobrevivir con un sólo ápice más de alegría que mi padre.
Una cabaña y un alquimista. Marco Aurelio y los gnósticos. El desierto de California, Carlos, Don Juan, una lagartija con los ojos cosidos.
Minicuentos de Toray leidos mil veces, "Los Cinco", el ínclito Dragó, "Los Siete Secretos", tormentas de verano, Julio Verne, "El Corsario de Hierro", Salgari, Billy Wilder, Edgar Rice Burroughs...
Más de treinta años de laboriosa e inadvertida creación del yo que terminaron en el 2000. Desde allí hasta ahora: todo cuesta abajo.
Decían que sucumbiría el mundo, se colapsarían los ordenadores y llegaría el final.
Amigos, no eran simples agoreros. Sabían de lo que hablaban. Mi vida no ha sido igual desde entonces y temo que no vuelva a serlo.
No sé si tendrá relación con que acabara mis estudios universitarios y entrara en la vida real justo el año anterior (1999) al profetizado apocalipsis.
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