He notado un suave chisporroteo y, al tiempo, dejo de oír esa torturante respiración ajena. Me siento ligero, sin dolores… nuevo… Mi vista se aclara y veo alejarse la cama lentamente. De espaldas al techo -con una estúpida sonrisa- noto como voy dejando atrás pensamientos y llegan otros nuevos. La nueva y misma vieja oportunidad de siempre…
Algo ha pasado a mi lado y he sentido un escalofrío. Lo primero que he pensado ha sido en crear un círculo mágico que me proteja. Al terminar, repito tres veces un mantra. Tras hacer esto me tranquilizo y miro alrededor (supongo que estoy mirando alrededor, pero quizá esté quieto en este inmensa oscuridad). No veo nada, pero siento que estoy en un sitio sin fin.
Me embarga una paz inconmensurable y levito en tan absoluta tranquilidad que -sintiendo la eternidad- no aspiro a más que a no cambiar de estado. Veo y comprendo todas y cada una de las acciones pasadas y presentes… y todo está bien y todo está mal. Todo tiene la más mínima importancia y lo que me hizo llorar y reír es nada…
Una tenue claridad comienza a abrirse paso y puedo ver mi cuerpo. La tela me cubre el rostro casi por completo, dejando entrever una cara marcada por las circunstancias; y estas no son buenas… o quizá sí. No sé.
De cualquier forma: poca relación con la foto. En ella, yo tengo nueve años y mi hermano, cuatro; los dos vestimos el uniforme del colegio y nuestros ojos ya muestran claramente lo que será de nuestras vidas.
Nada que ver con el macilento e hinchado rostro que tengo ante mí. Los algodones de la nariz están grisáceos y empapados por los huidizos fluidos. Un descuido del orondo empleado ha provocado que los labios queden entreabiertos, tan sólo unidos por un hilo viscoso casi transparente que hace aún más triste la triste imagen de un cuerpo sin vida.
Siento que es hora de volver, de perder el vacío…
Un leve murmullo de intensidad ascendente despierta mis percepciones... Un brusco zarandeo... Una luz que ciega mis ojos... Lo que hace un instante me había parecido un parpadeo, ahora lo siento como una eternidad y aunque elegí volver ya estoy empezando a arrepentirme. El vacío empieza a desaparecer y el dolor por lo perdido hace brotar un llanto acogido con horror por las gentes que de repente han aparecido a mi alrededor...
Algo ha pasado a mi lado y he sentido un escalofrío. Lo primero que he pensado ha sido en crear un círculo mágico que me proteja. Al terminar, repito tres veces un mantra. Tras hacer esto me tranquilizo y miro alrededor (supongo que estoy mirando alrededor, pero quizá esté quieto en este inmensa oscuridad). No veo nada, pero siento que estoy en un sitio sin fin.
Me embarga una paz inconmensurable y levito en tan absoluta tranquilidad que -sintiendo la eternidad- no aspiro a más que a no cambiar de estado. Veo y comprendo todas y cada una de las acciones pasadas y presentes… y todo está bien y todo está mal. Todo tiene la más mínima importancia y lo que me hizo llorar y reír es nada…
Una tenue claridad comienza a abrirse paso y puedo ver mi cuerpo. La tela me cubre el rostro casi por completo, dejando entrever una cara marcada por las circunstancias; y estas no son buenas… o quizá sí. No sé.
De cualquier forma: poca relación con la foto. En ella, yo tengo nueve años y mi hermano, cuatro; los dos vestimos el uniforme del colegio y nuestros ojos ya muestran claramente lo que será de nuestras vidas.
Nada que ver con el macilento e hinchado rostro que tengo ante mí. Los algodones de la nariz están grisáceos y empapados por los huidizos fluidos. Un descuido del orondo empleado ha provocado que los labios queden entreabiertos, tan sólo unidos por un hilo viscoso casi transparente que hace aún más triste la triste imagen de un cuerpo sin vida.
Siento que es hora de volver, de perder el vacío…
Un leve murmullo de intensidad ascendente despierta mis percepciones... Un brusco zarandeo... Una luz que ciega mis ojos... Lo que hace un instante me había parecido un parpadeo, ahora lo siento como una eternidad y aunque elegí volver ya estoy empezando a arrepentirme. El vacío empieza a desaparecer y el dolor por lo perdido hace brotar un llanto acogido con horror por las gentes que de repente han aparecido a mi alrededor...
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