Va a hacer casi un lustro de la primera vez que me lo eché en cara. Era una fría mañana de noviembre y nos recibió en su despacho oficial -reluciente corbata y repeinao como un niño de primera comunión- para hablarnos de cosas que yo vagamente entendía, pero que sonaban bien y a las que asentí cada vez que deslizó sus ojos sobre mi trajeada persona -ese día llevé puesta la mejor mirada de inteligencia que pude encontrar y mi única corbata.
El otro día nos citó en un modesto bar de barrio. Iba embutido en un chandal, camiseta blanca y zapatillas de deporte. En medio de estos dos días han transcurrido cinco años y sucedido algunas pequeñas historias.
El otro día nos citó en un modesto bar de barrio. Iba embutido en un chandal, camiseta blanca y zapatillas de deporte. En medio de estos dos días han transcurrido cinco años y sucedido algunas pequeñas historias.
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