Serán hermosos hasta que la muerte los acoja para disolverlos en el mismo lugar del que un día salieron. Su destino: mostrar al mundo la lenta e inexorable carrera que les llevará a fundirse con la luz, la tierra y la lluvia. Desconocen la protesta, y su perseverancia alimenta la sabiduría que con generosidad comparten si los miras de forma franca, humilde y sincera. Yo aún no he llegado a ser ni un tierno brote, pero me anima pensar que mi padre tuvo nombre de pino y que pasó parte de su vida rodeado de hojas. Un árbol nunca se equivoca.
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